domingo, 31 de mayo de 2015

Caelum et infernum.


Y dijo que no existe, que no hay fuego ni llamas lamiéndote el alma. Entonces, ¿mis terribles pesadillas infantiles para qué sirvieron? Sin embargo, la edad, el tiempo o qué se yo, te obligan a replantearte las verdades que antes pensabas incuestionables. Es verdad. El Papa apostólico romano y argentino ha dicho que el infierno no existe, pero yo no me lo creo.
Existe. Basta sólo con abrir una puerta o cerrar otra. Es suficiente salir a la calle, ver el telediario, contemplar el odio, la brutalidad, la crueldad humana, abrir la ventana, escalar una pesadilla, darse de bruces contra una realidad perversa. Y tiene fuego, llamas afiladas que succionan el alma con lengüetazos ardientes, calores ígneos que queman la esperanza más curtida, brasas que ulceran los sueños que crecieron a la luz de la inocencia, chispas que sacuden la sonrisa y la vuelven mueca vacía.
Existe, vaya si existe. Pulula en barrios miserables echando a la gente de sus casas, en maltratos psicóticos de engendros que parecen humanos, en fracasos enormes que no admiten excusas, en miedos detrás de las puertas, en animales ahorcados, en hombres degollados, en niños solos, rotos, en sueños rotos, solos.
Pero no temáis más de lo recomendable. El cielo tampoco está entre las nubes algodonosas, escondido en alguna galaxia de luz y paz, no. El cielo existe y está aquí, en esa sonrisa, en ese abrazo inesperado, en el gesto solidario, en el hasta aquí hemos llegado, en la respuesta justa, en la objeción correcta, en una llamada, en un comentario, en un paseo por la playa, en una palabra, en un ladrido, en un maullido, en un encuentro, en una mirada cómplice, incluso en el silencio cuando no es del que abandona sino del que acompaña. 
Y como más pronto o más tarde, el infierno, como un aliento agrio y estuoso, atravesará nuestras vidas, id dejándole huecos al cielo, huecos enormes de sonrisas y anhelos por los que seamos capaces de caminar sin miedo. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

La cita, II parte.




La hija esperaba en la aséptica cafetería del hospital tomándose un cortado descafeinado con un croissant reseco.
- ¿Qué te ha dicho el médico? -preguntó-.
- Era un niñato - repuso la anciana-.
- Vale pero ¿qué te ha dicho?
- Que los análisis están bien.
La hija sorbió un poco de café ya frío.
-¿El colesterol?
- Perfecto.
- ¿El azúcar?
- Dentro del límite.
- ¿Los trigliceridos?
- No me hables en latín que ya no estoy yo para...
La hija no quiso insistir más.
- ¿Quieres un poleo, mamá?
- ¿Un poleo?¡ jefe! -gritó- tráigame una cerveza doble, un bocadillo de jamón serrano y un pincho de queso y anchoas.
- Mamá ¿te has vuelto loca?
La anciana la miró desde sus ojos claros y aún luminosos.
- Hija- afirmó-. Creo que ya tengo edad para decidir con qué dieta quiero morir.

Y es que la vida son dos días.

domingo, 17 de mayo de 2015

La cita.



Se sentó en la cama despacio, observando la luz que entraba por la ventana en aquel atardecer dorado. Demasiada luz para sus ojos claros. Deslizó su mano sobre las sábanas blancas. Se quitó los zapatos lentamente y los dejó junto a la cama. Después comenzó a descordarse el camisón, como si cada botón requiriese un esfuerzo de voluntad. Echó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sujetador, blanco, de algodón y tira bordaba. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Al cabo de un momento escucharía sus pasos, sentiría la mirada de él sobre su cuerpo.

Le faltaba la respiración cuando la puerta por fin se abrió. El hombre se sentó junto a ella y sonrió. Ella le interrogó con la mirada sintiendo que su corazón latía cada vez más fuerte. La cogió de la mano.
- Los análisis han salido perfectos - dijo él-, sobre todo teniendo en cuenta que ya ha cumplido usted los noventa.
A las cinco de la tarde le dieron el alta.



viernes, 8 de mayo de 2015

Sa,se,si,so,su



Serafina y Serafín soñaron un sueño en la siesta. Solían soñar sucesos que sospechaban sucederían, y subsistían con sucedáneos de sueños, susurrando sutilezas subversivas, sumando sugestivos saraos, subsistiendo en sórdidas sonrisas, sorbiendo sorbos de sal y seda, sostenidos por sortilegios, sufriendo sol y sed, subsanando silencios soportables, sobreviviendo a suspiros, sacudiéndose sollozos, soportando soledades sutiles, sospechando sitios salteados de salvia salvaje, sorteando silencios susurrados, siguiendo senderos salpicados de sauces sedientos, de siestas de sueños serenos.
-Si supieras -suspiró Serafín somnoliento-.
-Si siguieras - susurró Serafina suspirando.
Y siguieron solos el sendero de los sueños sorprendentes sin saber que los sueños sólo sueños son.


viernes, 1 de mayo de 2015

Primero de mayo






El viento de poniente, atroz, azota la ciudad este uno de mayo. Mes de malos recuerdos, pero muchos y muy malos. Y ahí está por venir, Dios sabe con qué sinsabores bajo el brazo. Hoy, de calor, ni los pájaros cantan. Y los hombres y las mujeres gritan que quieren trabajo. Trabajo para seguir sacando a sus camadas adelante, trabajo no ya para hacer heroicidades, sino para vivir cada día con un mínimo de dignidad. Mi padre tenía un mostacho blanco, como un gendarme francés, y decía que vivir sin dignidad no vale la pena. Le quitaron el mostacho aquellos putos enfermeros y se vino abajo. Y era mayo, puto mes de mayo que le condujo de la mano hasta la muerte. 
Y lo decía. Hay que trabajar para ser digno, para no convertirse en un esclavo, para tomarse una cerveza a la sombra,  comprar un Renault cuatro e irse a merendar a la Eliana bajo un almendro. 
Hoy la gente se ha ido a la playa porque hace un calor de agosto. Y el lunes, con el cutis quemado, muchos volverán a la cola del Inem. Igual brota en medio de la oficina un árbol cargado de esperanza y las cosas se arreglan.Igual a alguien se le cruzan los cables y hace estallar un molotov. Quién sabe. Allí, en la oficina de Alfambra, hay un tipo majo. Le sobran unos cuantos kilos pero tiene corazón, se le adivina en la mirada cuanto te dice que te has pasado dos días de fichar y te van a castigar. 
-¿Cómo? -le digo- ¿unos cuántos latigazos? ¿Una colleja?
-No -contesta sudoroso-, un mes sin cobrar.
 Me quedo en silencio y él dice "Es muy injusto, está claro". 
- Prefiero la colleja -murmuro-. 
- La ley no lo admite -admite-. 
 ¿La ley? Pero si hay tantas injusticias como estrellas en el cielo. Injusticias que me sacan de quicio y pueden convertirme en alguien letalmente peligrosa. ¿Creéis que no soy capaz de matar una mosca? Pues acabo de matar unas veinticinco que han venido arrastradas con el maldito poniente. Ya ni me acuerdo de cuándo creyeron que había perdido la dignidad.- Y es algo que aprendí de aquel hombre de gran y blanco bigote y oscuros ojos, mi padre. No te arrodilles -decía- ante nadie. 
El viento de poniente azota la ciudad en este primero de mayo y los malos recuerdos -muchos y muy malos - acuden a mi jardín de Jazmines abandonados sin haber sido invitados. 
Voy a ver si con el mata moscas acabo con ellos.