domingo, 28 de junio de 2015

Secretos




Mi madre tenía un secreto y me lo contó cuando yo tenía quince años. Era un secreto doloroso, cruel, terrible, que ella no pudo olvidar durante el resto de su vida. Mi padre también tenía un secreto que nunca nos quiso contar. A menudo decía que se lo llevaría con él a la tumba. Y se lo llevó. Pero años después mis primas me lo contaron. Era un secreto de vida o muerte, un secreto que él no quiso contarnos para no influir en nuestra forma de pensar. Afortunadamente, fue vida.
¿Guardáis vosotros algún secreto? ¿Todavía no? Posiblemente, quién no tiene un secreto a buen recaudo es que aún no haya vivido lo suficiente. Yo ya llevo un trecho de vida y confieso que guardo algún que otro secreto, algo que quizás lleguemos o no a contar pero que, por ahora, habita en ese rincón oscuro y profundo de la memoria donde permanece aquello que, quien sabe por qué razón, no queremos contar.
Secretos profundos como simas angostas, secretos que se convierten a veces en compañeros indeseables pero muy fieles. Secretos que podrían hacer girar la rueda de la historia como una noria. Secretos inconfesables, no por perversos, sino por dolientes. Secretos inolvidables, no por fascinantes, sino por insoportables. Secretos ocultos en los pliegues de la piel, enmascarados en sonrisas huecas que al final se han transformado en sonrisas verdaderas.
Y secretos hermosos como luces que, de pronto, hacen estallar la oscuridad en mil pedazos. Secretos del pasado que ya a nadie importan y que, sin embargo, mantenemos confinados a cal y canto. Secretos dulces como nubes de algodón o agrios como limones, o amargos como cerveza negra.  Secretos que, a pesar del paso erosionante del tiempo, permanecen guardados entre líneas, emboscados entre otros más anodinos, entre aquellos que no dejan huella y llegan a confundirse con todos.
Secretos ajados pero aún supervivientes. Secretos que nos acompañarán hasta el último suspiro, que hemos guardado durante años con voluntad obsesiva, eso sí, dejando pistas aquí y allá, como los niños del cuento dejaban miguitas de pan para no perderse. Pistas que, sin duda, el viento del tiempo borrará más pronto o más tarde. Secretos -algunos- maravillosos donde correr a refugiarse cuando la realidad se hace insufrible. Secretos que nos recuerdan, ahora que ha llegado la hora de la invisibilidad, que algún día fuimos objeto de deseo.


¿Guardáis algún secreto?