domingo, 31 de marzo de 2013

Sabores



No me decidía a probarla, pero al fin lo hice. Hasta entonces sólo la había saboreado levemente, mojando mis labios  con turbación en ella. Al principio sabia dulce, muy dulce, después burbujeante como si se tratara de un vino espumoso. Un poco más tarde se volvió amarga como la hiel. Dí un trago largo y la sentí pasar helada por mi esófago, pero el siguiente trago ardía, tanto que me quemó la punta de la lengua y la garganta. A pesar de ello, seguí paladeándola y esta vez me produjo una sensación de escalofrío en la coronilla. Beberla era un placer imposible de frenar, Transparente, opaca, translúcida, turbia, nítida, clara, oscura. De repente, maravilloso su sabor, otrora, repugnante. Otro sorbo. Sentí arcadas y a continuación, un inmenso deleite. Su sabor se extendía imparable por todo mi cuerpo, llegando hasta las cloacas de la piel. Era fuerte, suave, abrupto, asfixiante, luminoso, tedioso, único.
Único.
El sabor de la vida.

5 comentarios:

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  2. Muy bonito el relato de hoy. Tengo la tentación de empezar a leer tus escrito desde el final. Pero no lo haré.

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    1. Ni te atrevas a empezar a leer por el final, que entonces se acaba la gracia. Un saludo.

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  3. Lo bueno, si breve,
    dos veces bueno,
    pero ya se alcanza el pleno
    si es que, además, nos conmueve.

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    1. Bueno, y ahora eres poeta. La vida, n o se puede comparar con nada porque siempre tienes la esperanza de que puede ser mejor y, mientras tanto, te conformaa con lo que tienes: un sabor agri-dulce.

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